Patrimonio

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La comarca de Alt Maestrat, en el interior de la provincia de Castellón, esconde cientos de secretos y misterios. Las actuales calles y callejuelas que cruzan los municipios que lo componen ya fueron recorridas hace cientos de años por caballeros y nobles.

Sus montañas, y las cuevas que en ellas encontramos, fueron hace miles de años lugar de cobijo de los primeros hombres y mujeres que habitaron en la Península. Tal es así, que uno de los asentamientos prehistóricos más reconocido a nivel internacional se encuentra precisamente aquí, en la Cova Remigia.

Ares del Maestrat guarda junto con Benassal y Albocàsser uno de los mayores vestigios de cultura prehistórica que ha llegado hasta nuestros días. La Cueva Remígia, declarada Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, se encuentra en Ares, en el Barranco de la Gasulla, y esconde entre sus muros cerca de 750 pinturas rupestres con 7.000 años de antigüedad. El Abric de Centelles, de Albocàsser, descubierto en 1980, muestra al visitante más de 300 figuras de un tamaño superior a la mayor parte de las encontradas en el Parque Cultural Vallorta-Gasulla al que pertenece. Por su parte, el Racó de Nando, en Benassal, muestra al visitante algo más de una veintena de grabados paleolíticos. Figuras humanas, representadas por el arquetípico arquero, animales y escenas de caza de diferente índole conforman el grueso del tesoro artístico-prehistórico del Alt Maestrat, que también puede apreciarse en otros puntos de la comarca como Culla.

Pero sin duda, si hay algo que representa a esta última localidad, es su importancia en la España del medievo. Culla fue asentamiento musulmán hasta la Reconquista, cuando pasó a formar parte de la Corona de Aragón y, posteriormente, a la Orden del Temple a quien le fue vendida. La presencia de los caballeros templarios en el municipio está llena de leyendas y misterios y, sobre ellos, se asientan muchas de las edificaciones que actualmente podemos visitar, como son la ermita de Sant Cristòfol o el Carrer de la Font.

Sin embargo, el elemento más representativo de Culla y que envuelve a varios municipios de la comarca es su castillo. La espectacular fortaleza árabe era conocida por su importancia estratégica en el territorio y, por ello, durante siglos fue el centro de la Setena de Culla, una agrupación de localidades que englobaba a las actuales Culla, Benassal, Atzeneta, Vistabella, Vilar de Canes, La Torre d’En Besora y Benafigos.

Las construcciones medievales, pertenecientes a los siglos XIII, XIV y XV tienen un gran peso en el conjunto arquitectónico del Maestrat castellonense. Cuidadas y restauradas para su visita y disfrute se encuentran diferentes edificaciones en Benassal, Ares, Culla, Albocàsser y Catí. Recorrer sus calles es sinónimo de pasear sobre nuestra historia, ya que difícil se hace encontrar una esquina en la que no quede algún resto medieval.

Un viaje a Benassal sin visitar el Castillo de la Mola, el cual acoge actualmente el Museo Arqueológico del Alt Maestrat, o el Forn de Dalt sería un viaje incompleto. En Culla debemos visitar el Molí de l’Orde para conocer cómo vivían nuestros antepasados pero tampoco debemos perder ojo de las baldosas de las calles, ya que paredes y suelos escondes frases de antaño. En Ares hay que adentrase en La Mola. Esta cueva que cruza, de parte a parte, la montaña del mismo nombre alberga hoy en día un museo en el que se recogen piezas y momentos de la historia del municipio desde la prehistoria hasta las Guerras Carlistas. Antes de llegar a Albocàsser encontramos el ermitorio y la hospedería de Sant Pau, donde las grisallas nos muestran un pasado ligado al mundo cátaro y las leyendas; una vez adentrados en el núcleo histórico la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, la ermita dels Sant Joans o los lavaderos son visita obligada. Y nos queda Catí. Cada paso que das lo haces al igual que lo hacían los antiguos pobladores. Las casas y calles mantienen intacto el trazado medieval del municipio haciendo de cada momento una experiencia única.

Mientras que estos municipios esconden en sus cascos urbanos e históricos pedazos de cultura, sus bosques encierran algunos de los últimos rincones de flora mediterránea más hermosos y mejor conservados de la Comunitat Valenciana. El Barranc dels Horts en Ares, perteneciente a la Fundación Caixa Castelló, conserva intacto el esplendor de los bosques de carrascas y robles. Benassal nos deleita con el Bosque del Rivet, 16 hectáreas de roble mediterráneo que han sobrevivido al paso del tiempo y la deforestación. Un gran árbol nos da la bienvenida a Culla. La Carrasca milenaria nos deja perplejos por su gran envergadura y, se cuenta, que bajo su frondosa copa se refugiaban un pelotón de soldados durante las Guerras Carlistas. Tampoco podemos hablar de Sant Pau de Albocàsser sin recordar la imagen de la hiedra centenaria que cubre parte de sus arcos de acceso. Y que sería de Catí sin l’Avellà. Este hermoso paraje, dedicado a la Mare de Déu de l’Avellà quien se dice le devolvió la vista y la salud a una anciana con las aguas del manantial, envuelve al viajero en calma y tranquilidad. Una paz que se verá aumentada si se decide entrar a la Casa de Baños y disfrutar de las propiedades curativas del agua del manantial de las que habla la historia popular.

Una relajación sin igual de la que también se puede disfrutar en Benassal. Se dice que sus aguas, las cuales se comercializan para su uso, son inmejorables para las personas con dolencias de riñón. En el manantial de Benassal, la Font d’En Segures, también nos encontramos con un cuidado balneario, un lugar perfecto para perderse y disfrutar de una jornada diferente.

Pero no habríamos visitado el Alt Maestrat sin haber probado alguno de los productos típicos de esta comarca. En los entrantes no debemos perder la oportunidad de preguntar por el Queso de Catí, que todavía hoy en día sigue elaborándose de forma tradicional. El tombet, un guiso de carne de cordero, como plato principal y la trufa negra en alguna de las elaboraciones son típicos de esta zona. Además, en el postre no puede faltar algún fruto seco… las almendras tanto dulces como saladas o los almendrados de avellana, por ejemplo, están exquisitos.

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